viernes, 17 de febrero de 2012

“Caballo de guerra”: Spielberg en estado puro


Seguramente habría que remontarse a finales de los setenta y la memorable “El corcel negro” (The Black Stallion), para encontrar una película protagonizada por un equino, que pueda hacerle algo de sombra a la calidad emotiva de este “Caballo de guerra” (War Horse) del siempre sorprendente Steven Spielberg.
Es que tras la entretenida, pero algo anodina “Las aventuras de Tintín” (The Adventures of Tintín), el realizador irrumpe con una de esas obras con las que se aleja de su faceta más comercial para acercarse a su lado más artístico, ese que ha cautivado a sus seguidores durante años y que lo ha llevado alzarse con infinidad de galardones.
Una vez más, Spielberg se apropia de valores como la amistad y el compañerismo (esta vez focalizados en la relación hombre – animal) para convertirlos en el eje central de una historia esperanzadora, impactante desde lo visual, que evita el golpe bajo, pero que irremediablemente emocionará, incluso a los más duros.
La acción se traslada a la Inglaterra de comienzos de siglo XX. Albert Narracott (Jeremy Irvine) es un joven granjero que entabla una fuerte relación con Joey, un caballo que su padre adquiere para trabajar la tierra.
Pese a la nobleza del animal, las necesidades de la familia harán que el caballo sea vendido al ejército inglés que se prepara para ingresar de lleno en la Primera Guerra Mundial.
A partir de ese momento, tanto Joey como Albert comenzarán con un largo periplo, a través de distintos caminos, con la esperanza de alcanzar el ansiado reencuentro. Tal será el amor que el muchacho profesará por el semental que se enrolará en el ejército y entrará en combate sólo para dar con su paradero.
A pesar del entorno hostil, el corcel se las rebuscará para encontrar varias almas caritativas que lo ayudarán a salir con vida de los enfrentamientos y que, a su vez, entregarán al espectador distintas miradas sobre el conflicto bélico.
Esta película estuvo inspirada en la novela homónima, escrita por Michael Morpurgo, debidamente adaptada por dos grandes del guión cinematográfico: Lee Hall, responsable de la memorable “Billy Elliot”; y el británico Richard Curtis, guionista de algunos episodios de “Mr. Bean”, “Doctor Who” y de la recordada “El diario de Bridget Jones” (Bridget Jone´s Diary).
Spielberg no se molesta en construir la figura del villano, no la necesita. La guerra se erige como la encarnación de la maldad en su máxima expresión que acaba con el ser humano, lo convierte en un simple peón carente de voluntad y lo aleja de todo aquello que más quiere.
A diferencia de lo hecho en “Rescatando al soldado Ryan” (Saving Private Ryan), el director decide adentrarse en el conflicto sin caer en la explicitud de la mutilación corporal, no sólo porque apunta a un público distinto sino porque, además, la historia (la relación casi fraternal entre un chico y su caballo) amerita una mirada más inocente, aunque igual de profunda.
No caben dudas de que estamos en presencia de uno de los comienzos de año más prolíficos en materia cinematográfica de los que se tenga memoria, no sólo en cuanto a cantidad sino también a calidad de unas producciones que sorprenden por aproximarse a un cine que creíamos prácticamente extinto.
Con “Caballo de guerra” Steven Spielberg vuelve a alcanzar la maestría y la calidad de las obras de antaño, esas que lo han convertido en uno de los más grandes directores contemporáneos y que han sabido cautivar a varias generaciones de cinéfilos.

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