jueves, 31 de enero de 2013

"Django Unchained", el verdadero séptimo arte







Ya hace mucho tiempo que Quentin Tarantino ha alcanzado ese preciado firmamento cinematográfico en el que el sólo apellido de un director se transforma en un adjetivo calificativo que remite a un estilo y a una estética bien definidos dentro del universo del séptimo arte.
A estas alturas, cuando alguien cataloga a una escena o a un film como “Tarantinesco” casi todo el mundo debería saber que se está haciendo referencia a una cinta con una estética que remite a los años ´70, con diálogos bien desarrollados y en la que la sangre y la violencia ocupan un rol protagónico.
Pues bien, todas estas características aplican de maravilla a Django Unchained (Django sin cadenas), última obra en la que el genial Quentin realiza su ansiado y esperado desembarco (triunfal) en el “spaghetti western”, amado género al que siempre hizo referencia en casi la totalidad de su filmografía.
La historia está ambientada en el Sur de los Estados Unidos, dos años antes de estallar la Guerra Civil. El Dr. King Schultz (Christoph Waltz) es un cazarrecompensas de origen alemán que sigue la pista de unos asesinos: los hermanos Brittle. Como no tiene idea de cómo son los Brittle, el teutón busca la ayuda de un esclavo llamado Django (Jamie Foxx) bajo la firme promesa de dejarlo en libertad una vez que hayan dado con sus presas.
Pero Django no está solo en este mundo y por eso decide perfeccionar su capacidad para cazar hombres blancos (malos) con un único objetivo: encontrar y rescatar a Broomhilda (Kerry Washington), la esposa que perdió hace tiempo en el mercado de esclavos.
La búsqueda de Django y Schultz finalmente los llevará hasta Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), propietario de la infame plantación Candyland en la que no sólo se dedican a la cosecha de algodón sino, además, a la explotación sexual y a las peleas de esclavos.
Cada uno de los protagonistas está impecable en sus actuaciones, pero un párrafo aparte merece Christoph Waltz quien, con este film confirma que es Tarantino quien mejor sabe aprovechar las innegables capacidades histriónicas del actor.
El Dr. Schultz tiene más de una similitud con el Coronel Hans Landa de Inglourious Basterds (Bastardos sin gloria), aunque esta vez forma parte del bando de los buenos. El manejo de la ironía y la verborragia del personaje son una señal de que Quentin ya pensaba en Waltz a la hora de delinear a este personaje.
Como era de esperar, no falta en esta ocasión (mejor puesta que nunca) la magistral música del gran Ennio Morricone. También abundan los momentos de humor negro (presten atención a la escena de las capuchas, decididamente hilarante)
También hay un guiño al Django original con una breve aparición del inolvidable Franco Nero.
En resumidas cuentas, Tarantino lo hizo de nuevo. Una verdadera “masterpiece”, una joya del cine moderno que rinde honores (con creces) al wetern y a los grandes exponentes del género.
Ahora bien, si al salir de la sala usted es uno de los que piensa que la película es muy violenta o muy sangrienta, por favor, ahórrese los comentarios y convénzase de que el buen cine no es para usted.

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